Expertos en Inteligencia Artificial, encabezados por Elon Musk lanzaron una carta abierta en la que se pide "pausa a los experimentos" de esta tecnología, ya que creen que podrían implicar "grandes riesgos para la humanidad". El comunicado cataloga a estas nuevas tecnologías como “modelos de caja negra impredecibles”, advirtiendo que están por fuera de los límites que pueden controlar incluso los propios creadores.
Ante esta carta abierta, me resulta inevitable preguntar, como un niño de corta edad, el para qué de esta cuestión. El descubrimiento, la implementación y los “avances” de la inteligencia artificial, solo me generan la intuición de estar yendo por delante de la realidad, como quien pretende resolver el problema matemático más complejo de todos sin estar seguro de saber sumar. Considero que como humanidad debemos revisar e intentar mejorar innumerables asuntos, que sin lugar a duda se ubican en un sitio anterior y precedente a toda esta cuestión artificial. No tiene ninguna lógica cualquiera de los avances, incluso el más novedoso, sin una estructura que lo sostenga.
El uso de recursos económicos y sobre todo intelectuales, puestos a disposición del desarrollo de esta cuestión me parece un movimiento de lo más absurdo. Como especie humana nos debemos la revisión, la reflexión y la implementación de toda nuestra capacidad a encontrar soluciones armónicas para aquellos problemas por de más latentes en nuestro cotidiano.
Primero hay que mirarnos entre nosotros
Vivimos en un mundo en el que aún hay personas que mueren de hambre, un cuerpo global en el cual las desigualdades se profundizan cada vez más, día a día nos encontramos un poco más atareados por un sistema que opera absolutamente todo, desde lo material hasta lo inmaterial, en términos de mercancía; más cerca de percibirnos como números que como humanos. Destruimos todo lazo con lo natural y pareciera que ya no podemos volver, la naturaleza nos acusa de monstruos y tiene argumentos de sobra para hacerlo. Brotan por doquier, en cada uno de nosotros, trastornos mentales y físicos vinculados a la ansiedad y a la angustia de vivir inmersos en una rueda que nunca deja de girar.
El deterioro es totalmente visible y sumamente angustioso; hagamos el ejercicio de dejar por un momento las problemáticas más estructurales y aterricemos en lo cotidiano. Dormimos mal, nos alimentamos peor, establecemos vínculos cada vez más superficiales y por ende desechables, vivimos inmersos en un juego de pantallas de celular que sin entender bien por qué nos genera inseguridades e insatisfacción. En algún punto nadie sabe por donde comenzar a escapar de su rutina agobiante, de la ausencia de proyecto a futuro, de la sensación constante de estar haciendo equilibrio en una cuerda floja y sobre todo de la imposibilidad de encontrar un propósito que nos interpele. Somos una familia repleta de conflictos que busca solucionar sus problemas comprando un televisor nuevo.
Vislumbrando algunos aspectos de nuestro panorama actual, me resulta oportuno preguntar si verdaderamente creemos que es primordial la creación y el perfeccionamiento de numerosos programas artificiales. Los entusiastas de la inteligencia artificial contestarían que sí y enumerarían, repletos en asombro, al menos siete características de esta nueva herramienta: La inteligencia artificial imita el modo de pensar del ser humano, automatiza procesos a la perfección, es sumamente precisa, nunca descansa, puede gestionar una enorme cantidad de datos y en un futuro puede que adquieran razonamiento autónomo. Entiendo sus características, me generan cierto asombro y comprendo algunas de las cuestiones que pueden facilitar, aun así, me parece sumamente trivial, ya que no responde ni aporta solución a ninguno de nuestros verdaderos conflictos.
Un ejemplo coloquial del uso artificial
Hace algunos días, un conocido comento con tono alegre y sorprendido que le solicito al ChatGPT que redacte un poema de estructura amorosa y con algunos términos específicos para regalarle a su pareja de momento, en vistas de un nuevo aniversario de su noviazgo. Dicho programa artificial creó un poema verdaderamente certero que posteriormente fue entregado y recibido con asombro por su compañera. Su argumento, que divulgo envuelto en risas, fue que él no sabe escribir poesía y que la fecha “se le había venido encima”; cabe aclarar que su pareja no sabe de dicho proceder y verdaderamente cree que este sujeto escribió aquel conjunto de palabras. Esta anécdota solo es expuesta como ejemplo, no impartiré ningún tipo de juicio al respecto.
Reflexión final
De cierta manera todo este conjunto de argumentos (en los cuales creo fervientemente) y opinión oculta tan solo un deseo, mi propio deseo, ese que enuncia que al menos yo, no tengo apuro y ni siquiera un mínimo de interés en hablar, chatear e intercambiar ideas con un programa artificial, no me genera ningún atractivo que una máquina escriba lo que aún no sé escribir, como tampoco que me ofrezca respuestas que aún no descubrí, no anhelo que me ayude a aprobar parciales para los que no estudie ni que me facilite la interacción con la chica a la que todavía no me animo a hablarle.
JPL