Miércoles, 31 Julio 2019 09:57

“Que no sea en vano”

“Que no sea en vano” Clarin zonal

El reclamo de seis familias que transitan el peor dolor. Se conocieron en las marchas y decidieron juntarse para exigir justicia por los crímenes de sus seres queridos.

Se conocieron en las marchas. La tragedia los atravesó cerca en tiempo o espacio y se unieron por la necesidad de consuelo. Casi todos esperan los juicios por los crímenes que cambiaron sus vidas para siempre. La última vez se movilizaron juntos en Villa Ballester para demandar "seguridad y justicia" y ahora se reúnen una vez por mes para pensar proyectos e impulsar las causas.

Son los familiares de Zaira Rodríguez (21), Jonathan Rico (25), Araceli Fulles (30), Matteo Villica (16), Pablo Retamar (45) y Juan Manuel Miranda (30) los que dieron el primer paso. Pero ya se sumaron a ellos más de una docena de allegados a víctimas de San Martín, Tres de Febrero y Hurlingham.  

La primera reunión fue en la casa de Mónica Ferreyra (60), la mamá de Araceli Fulles. Su hija fue víctima de un femicidio, en abril del 2017, en José León Suárez (San Martín). "Vinieron muchos papás del dolor, como yo les digo. Nos organizamos porque, si bien nos pasaron cosas distintas, son hijos lo que perdemos. No podemos andar tranquilos por la calle. Lo de Araceli fue un femicidio, pero estuvo involucrada la Policía. Entonces tampoco supieron cuidarla los que tenían la responsabilidad", cuenta la mujer, que recibió a por lo menos diez familias.

La causa de Araceli ya fue elevada a juicio, pero todavía esperan la fecha. Hay ocho imputados, todos libres: Hernán Badaracco, Marcelo Escobedo, Carlos Cassalz, los hermanos Jhonatan y Emanuel Ávalos, Hugo Cabañas, Daniel Alanis y Marcos Ibarra.
Todos están acusados de ser cómplices del femicidio. Darío Badaracco, el único que estuvo detenido, fue asesinado en el penal de Sierra Chica el 7 de abril: lo quemaron con agua hirviendo.

Mientras Araceli todavía estaba desaparecida, el papá de Juan Manuel Miranda (32), el profesor de artes plásticas asesinado el 21 de abril de 2016 en su casa de San Martín, le golpeó la puerta. "Mi papá fue a tocarle el timbre para solidarizarse y lo mismo con otras familias. A medida que van pasando los casos lamentablemente te vas acercando, para dar una mano, para acompañar y hacer fuerza",  dice  Laura (41), la hermana de Juan Manuel.

La mujer agrega: "Cuando te pasa esto se te rompe toda la vida. Uno primero quiere a la persona de vuelta, yo quería a mi hermano. Pero después esperás el juicio, que es todo un camino muy difícil de transitar. El de uno de la banda que mató a mi hermano se postergó cinco veces y es como pasar cinco entierros. Los familiares de víctimas pasamos un montón de cosas que no debemos".

Cuando mataron a Matteo Villica, el 28 de diciembre de 2018, en Loma Hermosa (Tres de Febrero), Mónica Ferreyra también acusó el golpe. Enseguida buscó el teléfono y llamó a su mamá, Alejandra Sánchez. "Me puse en su lugar, un chico de 16 años. Cuando perdés un hijo, perdés la vida. Es un desahogo acompañarse, estar juntos. Otros papás también estaban juntos y así empezó todo, yendo a las marchas de los otros", recuerda la mujer.

Cuando se movilizan, todos llevan fotos, remeras e impotencia. Piden justicia para ellos y para los otros. "Cada vez son más, eso es muy doloroso. Aparece gente nueva, con fotos de sus hijos, de sus familiares, y piden contar el caso en el micrófono. Es esa necesidad de que alguien te oriente, te ayude, porque no sabés a quién recurrir", se sorprende Mónica.

"Cuando te pasa algo así, lo ves como algo lejano, que le pasa a otro. Queremos que la gente tome conciencia de que a cualquiera le puede ocurrir. Mi hija tenía 21 años, toda la vida por delante, una carrera, una vida hermosa. Y te la vienen a arrebatar así", se angustia Sandra Pérez (48), la mamá de Zaira Rodríguez.

A la joven piloto de autos la mataron el 10 de noviembre del año pasado en Villa Ballester (San Martín). Quisieron robarle el coche en el que estaba con su novio, el corredor de TC Mouras Nicolás Impiombato.

Ocho días antes habían asesinado a Pablo Retamar, un plomero de Loma Hermosa. Estaba lavando su camioneta en el garaje de su casa cuando dos personas saltaron la reja y le pidieron las llaves. Lo balearon en la puerta.

"No estamos solos, siento que nos fortalecemos. Si tengo que hacer una marcha yo sola, por ahí viene mi familia, amigos, gente al barrio, pero tenemos que estar unidos porque estamos todos en la misma situación. Nos tenemos que acompañar porque recién a partir de lo que nos pasó supimos lo que ocurría con los demás. No tenemos que dejar que queden en el olvido. Estamos juntos, en todos lados, fortaleciéndonos unos a otros. Siempre buscando justicia", reflexiona Nora Acosta (43), viuda de la víctima, que se contactó con la familia de Zaira a través de Facebook.

Gustavo Villica (51) se enteró de las marchas cuando organizó la propia. A Matteo lo asesinaron cuando iba a buscar a una amiga para asistir a una fiesta de fin de año en la parroquia de su barrio. Quisieron robarle el celular, sospechan los investigadores.
Por el homicidio detuvieron a una persona, pero todavía esperan que la causa sea elevada a juicio.

"Cuando mataron a Matteíto empezamos a sumarnos a otras marchas, de otras víctimas. Pertenecer a los padres del dolor nos fue nutriendo, nos fuimos complementando. Nos une el sentido común y, a pesar de que haya distintos parentescos o delitos, la vida continúa. Se me parte el corazón de decirlo, pero es así. Si hace seis meses me decías que iba a ser un papá del dolor.... Queremos que no sea en vano, que no pase nadie por esto. Que la policía no sea una herramienta de la política", analiza Gustavo.

Sandra Costilla (50), la mamá de Jonathan Rico, coincide: "Nos ayudamos unos a otros. La primera experiencia la tuvo la mamá de Araceli, pero todos los papás todos tenemos el mismo dolor. Los que no lo vivieron no pueden entender lo que es la pérdida de un hijo, es un vacío nadie lo va a llenar. Estamos unidos todos juntos porque vivimos el mismo dolor. Hacemos las marchas, pegamos panfletos, hacemos lo que podemos para que otra gente no pase lo mismo que nosotros".

A Jonathan lo mataron el 7 de octubre pasado en Hurlingham. Trabajaba en una pizzería, pero esa noche tenía franco y había ido a bailar bachata. Le dispararon para robarle el auto en la puerta de la casa de su novia.
"Por cómo era Pablo, no me imagino hacer de cuenta que no pasó nada. Él se merece la lucha, él merece cada lágrima, cada paso que damos. Igual que todos. Cada uno lo merece. Yo lo hago por mi esposo, no vamos a recuperar lo que perdimos. Pero estamos juntos para que pase algo, justicia. Eso nos hace fuertes, estamos unidos en lo mismo", cierra Nora, la viuda de Retamar.

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