Domingo, 11 Octubre 2020 15:49

Semana política: Venezuela y la importancia de una identidad

El voto del gobierno acerca de los Derechos Humanos en el país caribeño marcó como nunca las diferencias en el Frente de Todos, pero resaltó la importancia de la unidad. El Frente de Todos está compuesto por varios partidos políticos, que abarcan desde la izquierda hacia la centroderecha conservadora expresada por algunos de los gobernadores peronistas.

Es imposible que todos/as piensen igual: sino, integrarían una única fuerza y no habría necesidad de formar una alianza. Sin embargo, quienes se decidieron unir en 2019 para expulsar al macrismo del poder, lo hicieron por tener una serie de coincidencias básicas que les permitían posicionarse en un lugar determinado. Estas eran y son principalmente económicas, pero también están las referidas a lo cultural y la política.

El posicionamiento exterior, siempre clave en un país por una cuestión simbólica de un rumbo de gestión, era tal vez, junto a la seguridad, el elemento mas flaco de la alianza. Los historiales de distintos dirigentes del hoy oficialismo y expresiones vertidas públicamente permitían aventurar que ante cualquier escenario, la fuerte alianza iba a tener sus filtraciones. Hasta ahora, las disidencias se habían expresado ante los medios sin consecuencias: el massismo pudo mostrar su "mano dura" respecto a las tomas, el ministro Sergio Berni también, la línea de Juan Grabois lo suyo, y Hebe de Bonafini su posicionamiento, por citar a algunos/as.

Pero en un momento el Gobierno iba a estar ante una cuestión binaria (si/no) e iba a tener que decidir, lo que iba a dejar a algunos contentos y otros ofuscados. Eso pasó esta semana, con el voto favorable a la condena de la ONU a la situación de los Derechos Humanos en Venezuela. Esto implicó que la gestión de Alberto Fernández se diferencie de la manera más directa al período kirchnerista, que había encontrado en el chavismo a uno de sus mayores aliados en la región. El presidente, cuando era candidato, había adelantado su postura al respecto, y no distaba mucho de lo que terminó votando su representante (halagos a la figura de Bachelet, defensa de los Derechos Humanos, negativa a la injerencia externa de Estados Unidos y reconocimiento a Nicolás Maduro). 

Por ello, no puede hablarse de traición por parte de Fernández. El contrato electoral no se incumplió en este aspecto: el mandatario hizo lo que había manifestado en campaña. Sin embargo, ¿Por qué el enojo de un sector del Frente de Todos? En una cuestión tan binaria como la de Venezuela, de apoyo o condena, cualquier posición es lógicamente leída en clave extremista. No existe el término medio en estos temas. Por lo que al votar como votó Argentina, quedó pegada a figuras como Jair Bolsonaro, Iván Duque, Sebastián Piñera, Jeanine Añéz  y hasta el propio Mauricio Macri. Desde lo simbólico, tomó una medida como si no hubiesen ocurrido las elecciones de octubre, fortaleció el sector que busca deslegitimar a Maduro y dejó más solo al chavismo. 

Las razones y la buena voluntad del Gobierno, así como el hecho cierto de que se brinda aquí asilo a Evo Morales y se está lejos de establecer diálogo con el nefasto Brasil de Bolsonaro, no alcanzan para mostrar el error geopolítico de la Casa Rosada al votar como lo hizo. Con un agregado: México, la gestión que más parecido piensa a Fernández en Latinoamérica, se abstuvo y evitó que su nombre apareciera al lado de los antedichos. En términos simbólicos, el Gobierno argentino perdió una oportunidad, y peor aún, hizo todo como para perjudicar su identidad.

Votando como los presidentes de derecha, y peor aún, como lo hubiera hecho Macri, le fue imposible diferenciar su postura sobre un tema tan sensible, y quedó señalado como un gobierno más de los tantos que repudia al chavismo, con una curiosa doble vara sobre lo que hacen otros. Y comenzó a correr el riesgo de que le pase como a otras gestiones de izquierda moderada (el Frente Amplio de Uruguay, el PSOE de España o el socialismo chileno): al no jugársela, se diluyen, y terminan siendo muy similares a los que critican.

Dentro de todo este aspecto, y  a 10 meses de gestión, el caso venezolano dejó algo bueno para el oficialismo: nadie de los que criticó osó con pedir la ruptura del Frente de Todos o desconocer la figura del presidente Fernández. No es poca cosa en medio de esta crisis.

Por Mateo Lazcano

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